CARTA ABIERTA: A DÓNDE VAN LOS LEGALES (RELOAD)

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Title

CARTA ABIERTA: A DÓNDE VAN LOS LEGALES (RELOAD)

Subject

Literatura, Literature

Description

Carta abierta del coordinador de la revista Esquife acerca del sabotaje que la revista ha recibido de parte de la institución oficial Cubarte.

Creator

Jorge Enrique Rodriguez

Date

17 de enero de 2014

Contributor

Lizabel Mónica

Format

correo electrónico

Language

Español, Spanish

Type

carta

Coverage

Cuba

Email Item Type Metadata

Email Body

CARTA ABIERTA: A DÓNDE VAN LOS LEGALES (RELOAD)
Jorge Enrique «761» Rodríguez

«Está justificado
todo morir está justificado
todo asesinato toda muerte
todo lo que fenece,
nada es en vano
ni siquiera el cuello de la mosca,
y una flor pasa entre el ejército y,
como un niño pequeño que presume,
eleva su color».
--Charles Bukowski (Para los merced-maniacos)--

El primer hecho.
Todo comienza el 28 de diciembre de 2012. ¿O tal vez comienza antes; mucho
antes, cuando la caída de los mitos ensordecía la memoria para siempre? Pero
seamos justos; dejémoslo en aquella tarde del 28 de diciembre de 2012 cuando
intentaba actualizar el sitio de la revista Esquife.

Un breve paréntesis para los que llegan ahora.
Esquife (www.esquife.cult.cu) es una revista digital de Arte y Literatura que,
«partiendo de una vocación de acercamiento, comunicación, promoción,
investigación y creación, y con la pretensión de concretar el viejo sueño de
fundar una revista que abordara los temas del Arte y la Literatura tanto de Cuba
como Iberoamérica, surge en diciembre de 1999 […] emitiéndose su primera edición
a cerca de cincuenta amistades y conocidos». Esquife fue la primera revista
cultural “on line” en Cuba y hoy, quince años más tarde, cuenta con más de 3700
suscriptores; un staff de aproximadamente cincuenta colaboradores habituales de
todo el país y, según las estadísticas, se encuentra entre las revistas
culturales cubanas más visitadas dentro y fuera de la isla. Eso dicen las
estadísticas. Esquife, en noviembre de 2010, se alzaría con el premio nacional
«Palma Digital 2010» en la categoría de Publicaciones Digitales Culturales,
organizado por Cubarte. Si algo se me olvidara, no se preocupe, se lo recordaré
más adelante.

Bien, aquella tarde intentaba actualizar el sitio. En vano. Insistí a lo largo
de ese día. En vano. Lo intenté --en memoria de la terquedad que siempre me
acompaña-- los dos días siguientes. En vano. Aprovechando un mail de
felicitación por el nuevo año que me llegara desde Cubarte, hice acuse de recibo
expresando mi preocupación y extrañeza por no poder acceder al sitio. La
respuesta fue literalmente sorprendente: ¿nadie me había avisado que el sitio de
Esquife había sido hackeado desde el 28 de diciembre?
Para mí, lo sorprendente fue lo del hackeo. Lo más cerca que había estado de un
hacker fue a través de aquella serie televisiva (¿argentina, eh?) que fascinara
a los cubanos pues, curiosamente, era lo más cerca que estábamos los cubanos de
una computadora y de aquella palabra: Internet. Porque Internet era simplemente
una palabra. De hecho, para muchos cubanos lo sigue siendo. A veces creo que es
mejor: que solo sea una palabra y no otro problema que deba ser salvado,
sorteado… o “mecaniquiado”. A veces la inocencia (o la ignorancia) suele
librarnos de transitar arduas guerras.
También me sorprendería --en realidad sucedieron varias cosas sorprendentes--el
descubrimiento de una entidad desconocida hasta el momento. Pido disculpas a
quien deba ofrecerlas por ese derecho mío a mi cuota de ignorancia (o de
inocencia, o de ingenuidad). La entidad se denomina Equipo de Respuesta a
Incidentes Computacionales en Cuba. ¿Cómo le fue con su cuota de ignorancia, o
de inocencia, o de ingenuidad? Bien, esta entidad es la que se encarga de
notificar a las instituciones –no quiero creer que a particulares también, pero
del diablo son las cosas por estas esquinas-- lo que su nombre a todas luces
indica. He aquí un fragmento del mail que le enviaran a Cubarte en la tarde del
28 de diciembre de 2012; supongo que mientras intentaba yo actualizar el sitio
de Esquife:
«[…] Por medio de la presente le ponemos al tanto sobre la desfiguración del
portal//*[…]*//.,//con IP […] perteneciente a CUBARTE. *Es necesario que realice
el análisis de este incidente y nos comunique las causas y condiciones que
propiciaron su ocurrencia y las medidas adoptadas para evitar la repetición en
su organización de hechos de esta naturaleza*[…]»

(Los asteriscos son de la nota original). El “aire” que se respira en esta nota
ni siquiera admite análisis alguno. Mientras lo leía, recordaba la severidad de
mi abuela (toda una santa): «tengas o no la culpa, te las verás conmigo»; y
vérselas con mi abuela podía resultar muy desagradable. Aunque no recuerdo que
mi abuela me otorgara, la “cortesía” de analizar «las causas y condiciones que
propiciaran la ocurrencia y las medidas adoptadas para evitar la repetición» de
un hecho no cometido por mi persona. Se lo hubiese agradecido; de veras. Y es
que el punto (o uno de los puntos) “sospechoso” se devela en el hecho de que
además de mi responsabilidad, también debía asumir con la culpabilidad del
hacker. Por cierto, el hacker era (o es) de Indonesia. ¿Verdad que cuesta creer
que alguien en Indonesia se interese en hackear una revista cubana? Los de
Indonesia, según nuestro noticiero estelar, están hasta el cuello de problemas;
no me los imagino con tiempo para pensar en crear problemas. Confieso que sentí
un poco de vanidad. Ser hackeado en Cuba, en principio, es como para sentirse
importante y prestigioso; y si para colmo te hackea alguien de Indonesia --país
que, hasta donde sé, no tiene una relación con nuestra isla más allá de habitar
el mismo planeta-- la cosa es como para ir pensando en la gala de premiaciones
del Pulitzer. En serio, me sentí importante.

Bien, continuemos. Gracias a la Asociación Hermanos Saíz (AHS) --institución que
auspicia a la revista Esquife-- que hizo préstamo de uno de sus informáticos, se
daría caza al archivo sospechoso, se actualizaría la versión de joomla --el
software libre que utiliza Esquife-- y, se emitiría el consiguiente informe que
el Equipo de Respuesta a Incidentes Computacionales en Cuba precisaba. Nada de
una nota oficial del MINREX impugnándole al gobierno de Indonesia --o a la
comunidad internacional de hackers-- su responsabilidad en el asunto. Me hubiese
encantado algo así; pero supongo que este Equipo de Respuestas tiene un “campo
de operaciones” muy limitado.

El segundo hecho.
Interior. Tarde habanera. Finales de junio de 2013. El teléfono y el modem hacen
la magia. Él se conecta como de costumbre. Tiene intenciones de actualizar el
sitio de Esquife. En vano.

Desde Cubarte, ante mi llamada, me notifican que Esquife fue hackeado
nuevamente. En seis meses dos “ataques”. Puedo asegurar que mi primer impulso
fue rastrear en mi memoria alguna nación soberana que haya sido atacada o
invadida dos veces en un semestre. En vano. Me disculpo si pasé por alto algún
antecedente al respecto. Sorprendentemente me sentí importante. La rabia y la
ira llegaron más tarde cuando supe que no debía sentirme importante, pues la
diana del hackeo era joomla y no el sitio de Esquife en particular. O no, más
tarde, cuando rastreaba en Internet alguna noticia sobre un ataque masivo a
joomla. En vano. ¿O quizá cuando contacté a todos los colegas que utilizaban
joomla en sus sitios (con una versión más añeja que la de Esquife) y todos
estaban estupefactos por lo increíble que resultaba “el cuento”?
Bien, por segunda ocasión la AHS se abre a la colaboración y al préstamo de su
informático. Se hallaron esta vez tres archivos delictivos; se actualizaría la
versión de joomla; se modificarían las contraseñas y claves utilizando para ello
caracteres más complejos y, por supuesto, se emitiría el informe requerido por
el Equipo de Respuestas. Sí, adivinaron: el ataque era made in Indonesia. Pero
tampoco hubo declaraciones oficiales confrontando al gobierno indonesio, ni a
hacker alguno. O sí, la hubo. Hay que ser justos. En la editorial de la edición
72 de la revista Esquife --en agosto de 2013-- expresaría abiertamente mi
oposición, irreductible, a los hackers. Sean de Indonesia; Kirguistán; Eritrea;
Tonga; Islas Marshall; El Salvador, o Portugal. Me permito citar, aquí, un
fragmento:

«[…] En dos ocasiones, el sitio de Esquife ha sido diana de estos ataques que
caracterizamos como inexplicables. Inexplicables si tenemos en cuenta que el
único “poder” que nuestra revista ostenta, es el de otorgar voz y voto a un
conjunto de escritores, críticos e intelectuales --jóvenes en su abrumadora
mayoría--, para discursar sobre sus circunstancias históricas. No hay hegemonía,
ni empoderamiento a ultranza de ideología alguna en Esquife. Solo un ansia de
ser, estar y pertenecer.
Los objetivos de ambas embestidas, cuando menos, se nos antojan sospechosos.
Desafortunadamente jamás conoceremos su naturaleza; del mismo modo que nos
resulta improbable demostrar “desde dónde” fueron instrumentados estos lances.
Solo sabemos el coste… y eso basta para asumir nuestra postura al respecto: los
hackers --sin importar al servicio de quien-- no representan ni un beneficio, ni
significan una contracción incómoda a las transnacionales del poder (cualquiera
que este sea), ni simbolizan la respuesta mediática de la sociedad civil ante
las tragedias que tapizan los estados y los gobiernos [...]»

El tercer hecho.
La tarde del jueves 16 de enero de 2014, desde Cubarte se me comunica que el
sitio de Esquife estaba nuevamente hackeado. Tres veces. Tres veces en un año y
diecinueve días. Bueno, si eso no es un record es un excelente efecto especial.
Y por supuesto que sí, volvieron a adivinar: la etiqueta es fait sur commande
Indonesia.
En esta ocasión Cubarte exige desde una lógica técnica y, entendiendo que
Esquife es vulnerable, migrar a una versión superior: desde la 1.5 hacia la 3.0
Un salto mortal. También de efectos especiales. Migración que implica un salto
tecnológico enorme que implicaría rehacer el sitio desde cero. Migración que
implica, como valor añadido, un presupuesto monetario que ninguna institución
querría asumir, menos en un año que comenzó con un recorte presupuestario (a
todas las instituciones, al menos las culturales) del 7% con respecto al
presupuesto del año concluido.
Ni siquiera les voy a exponer la cifra que hoy cobran los programadores o
informáticos para realizar este tipo de trabajo. A los cuales no se les puede
tachar de oportunistas --como a todo aquel individuo que el gobierno cubano
sindica cuando ofrece actividades o servicios que el Estado ni siquiera imagina
brindar por X, Y o Z motivos--. Recuerdo aquellos tiempos cuando los “boteros” y
sus “almendrones” eran oportunistas; o cuando los “jineteros” eran oportunistas
(hoy “guías turísticos”; con credencial incluida); o cuando el negocio de llenar
planillas de inmigración o de solicitudes de visas era oportunismo; o cuando
imprimir tesis de grado “por la izquierda” era oportunismo. Es decir, el
oportunismo en Cuba, fue evolucionando hasta alcanzar el estatus de «trabajo por
cuenta propia» y quienes lo ejercen la nomenclatura de «cuentapropistas».
Algunos amigos, malditos ellos, suelen decirme que, al final resultó en que
Oportunismo Sánchez siempre fue primo hermano de Sector Privado Gómez. Que
conste, estoy totalmente de acuerdo con esa evolución. Nadie en su sano juicio,
incluso gendarmes y patriarcas, estaría en contra.
No creo que exista (disculpen mi rosario de desconocimientos o mi cuota de
ignorancia) alguna entidad --estatal-- que pueda prestar el servicio que ofrece
un informático o programador. Alguien me susurraba --el susurro tiene, en Cuba,
la misma connotación de la vacuna contra la poliomielitis: te acompaña desde que
naces-- que está en fase de estudio crear una entidad de esa naturaleza. Ya que
la matemática sigue siendo exacta --a Dios gracias-- ello implica que Esquife
estaría “off line” hasta que pueda crearse dicha entidad; que repito (y dice el
susurro) está en fase de estudio. O hasta que aparezca un patrocinador; que por
lo general suelen ser de derecha o ambidiestro; o de una izquierda tan refinada
que hasta le resulta sospechosa a la gendarmería. Bueno, y ya se sabe a qué
atenerse si se elige mal la mano que te alimentará.

Creo justo señalar acá que, este último ataque sucedió dos días después de que
Cubarte culminará de realizar un mantenimiento a sus servidores que,
desafortunadamente, deshabilitó por varios días a los sitios hospedados en
ellos, con la consiguiente renovación de las contraseñas del ftp de estos sitios.

Mi criterio.
No sé si habrá una nota oficial del MINREX emplazando al gobierno de Indonesia,
o si alguien decide convocar una marcha contra la injerencia de los hackers
(indonesios o no) a la soberanía de la Revolución cubana. De hecho no sé --la
rabia y la ira suelen ser tremendas-- si realmente existe Indonesia; o si
realmente existen los hackers; o si realmente existe joomla; o si realmente
existe Internet; o si realmente existimos como individuos (o como objetos, qué
más da).
Lo que sí sé, realmente, es que no me creo nada. Lo que sí sé, realmente, es que
existe un Equipo de Respuesta a Incidentes Computacionales en Cuba, pero no un
Equipo de Preguntas a Incidentes Computacionales. Lo que sí sé, realmente, es
que después de publicado este ejercicio de criterio muchos, muchísimos, se
querrán encargar “de hacer lo bueno” y, por ende, de endilgarme como “el malo”
del cuento. Pero no me creo, simplemente, la película.
Lo que se exige, aun desde justificadas razones técnicas, es la desaparición de
Esquife y de quince años de historia que nadie ha querido contar. Esquife se ha
distinguido por estar, siempre, de frente a las instituciones. Ha expresado sus
desacuerdos e incomodidades, a veces con aspereza, pero con la premisa del
diálogo. Sin fingirle orgasmos a circunstancia ni contexto alguno. Ningún precio
(y se lo han ofrecido) ha podido seducir su lógica de existencia; aquella que
Andrés Mir y Hanna Chomenko fundaran en diciembre de 1999, convencidos de que
Esquife «[…] debía ser una propuesta de carácter aglutinador […] que se
caracteriza por su ambigua condición de ser virtual y real a la vez […] con la
idea de fungir como centro (aún cuando estemos convencidos de su alternatividad
como destino) aglutinador […]».
No impugno a las razones, las comprendo; pero comprender no implica,
necesariamente, estar de acuerdo. Lo que delato es la ausencia de lucidez --que
a estas alturas creo que no ha existido jamás en estos yermos-- para distinguir
qué es la verdad, y qué es la mentira. ¿Cómo creer en ideologías que dejan tras
de sí una estela de ruinas y a un mismo tiempo nos convoca a revisitarnos; a
reinventarnos?

Si toda la historia de Esquife, que es también la historia y la obra de no pocos
artistas, escritores e intelectuales de esta isla, puede ser obviada y soslayada
por la inmovilidad del pensamiento y el oficio de la oxidación; entonces
renuncio a todo. Si de nada vale que dos generaciones de jóvenes creadores
encontraran en su singladura una razón para sostenerse por dentro mientras
afuera todo se derrumba; entonces renuncio a todo. Porque nunca un país, una
nación, habrá cometido el más pueril de sus absurdos; y nunca como hoy aquellas
palabras de Malcom X me calarían con tanta hondura: «el hecho de que me hayas
invitado a sentarme a la mesa, no hizo de mí un comensal».

Hoy se (mal) utiliza aquel memorable verso del Apóstol cuando expresaba que «no
era momento de poetizar caídas». Pero nadie se ha detenido en dilucidar la
verdadera moraleja: José Julián Martí Pérez nos advertía, ahí, que no podíamos
hacer de la caída nuestro oficio, y muchísimo menos hacer del silencio nuestra
signatura. No es muy complicado llegar a esa interpretación. Solo había que
leerla dos veces. Evidentemente, nadie lo hizo. Solo aquel mendigo que sentado
bajo la valla --frente a la Fuente Luminosa-- me pidió fuego a cambio de
escuchar sus emboscadas.

No hay mendicidad en mi discurso. Ni habrá. Si me permito la arrogancia (o el
egoísmo) de escribir este ejercicio de criterio en primera persona es porque
vivo en la convicción de que no son necesarios los coros ni las porristas para
conjurar la verdad. Ojalá --lo anhelo más que a la salvación de mi alma-- que la
justicia nos bendiga a todos y que siempre, siempre, los buenos le ganen a los
malos; y que «una flor pase entre el ejército y, como un niño pequeño que
presume, eleve su color».

Un abrazo de paz y memoria.

La Habana, 17 de enero de 2014

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CARTA ABIERTA: A DÓNDE VAN LOS LEGALES (RELOAD)

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